♠ Nuestra portada: Foto de Conny Campos

Las posteriores investigaciones determinaron que Ormeño había sido asesinado entre las nueve y once de la noche del día veintisiete de agosto, y que se había utilizado un arma punzo cortante. En el baño se encontró el cuerpo del delito, un filudo cuchillo de cocina, el cual había sido lavado muy cuidadosamente luego de cometido el acto; tanto así que no quedó huella alguna que lo delate. Parecía tratarse del crimen perfecto.

Habían restos de piel humana entre sus uñas, los cuales servirían de mucho a la hora de identificar al asesino. Al fin se encontraba una pista contundente. Esto evidenciaba que Ricardo habría luchado por su vida hasta el final. La puerta no tenía ningún forcejeo, por lo cual se descarta un posible ingreso violento: había sido asesinado por un conocido suyo. Esto se corroboró al percatarse de la presencia de un par de platos sucios tirados en el lavadero, el asesino y su víctima habían comido juntos. Por ello nadie era inocente ni libre de dudas, todos en ese instante pasaron a ser sospechosos.

La falta de información brindada a la prensa conllevó a la especulación total, ella se vio limitada por el “Código Gay”: Nadie quería involucrarse demasiado por temor a represalias o porque no querían poner en evidencia su identidad ni su concurrencia a determinadas discotecas dirigidas al público homosexual. Aunque los que lo conocían decían que Ricardo era una persona tranquila y educada, las informaciones señalaban que era un muchacho escandaloso.

Descartando el móvil del robo: Un testigo clave y un nuevo sospechoso entran en escena

Barrenechea aducía en su testimonio que Ricardo no contaba con una buena situación económica; a pesar de sus treinta y dos años, aún recibía el apoyo de su madre en el extranjero. Ningún artículo del departamento había sido extraído y el asesinato había sido de una manera muy cruel; estos motivos le quitan peso a la hipótesis del robo. Luego fue llamado a declarar la última persona que estuvo a su lado antes del horrendo crimen: Diego.

Este joven trabajaba en la discoteca desde hace varios años como “Drag Queen”, conocía muy bien a Ricardo, debido a que formaba parte del grupo de amigos más cercano que tenía. La madrugada del viernes 27 de agosto, aproximadamente a las 2 am. salieron juntos de la discoteca. Diego vivía a pocas cuadras de la casa de Ricardo, así que decidió “jalarlo” en taxi.

De inmediato salieron en el taxi que estaba esperándolos en la puerta. “Ricardo se sentó en los asientos traseros, me dijo que iba a recoger a un amigo. Le reclamé por el hecho de estar recogiendo desconocidos, pero él me dijo que sí lo conocía bien”, declaró Diego. El desconocido lo estaba esperando en Miraflores, frente a “Ripley”. Según su testimonio, se trataba de un hombre muy alto y de tez bastante clara, con los cabellos engominados y una mirada penetrante. Lo miró de reojo, pues se sentía incómodo con su presencia, imposibilitando el hecho de recordar al detalle su rostro. Sólo recuerda que fue en esos momentos cuando aquel hombre le comentó a Ricardo que había tenido problemas debido a que su tarjeta de crédito no estaba activa. “Dijo que había estado por Chile y que allí si funcionaba correctamente”. Al parecer éste testimonio había llegado a oídos de la prensa, desde entonces se difundió la supuesta nacionalidad chilena del asesino.

No se descarta la posibilidad que alguno de los clientes de la discoteca “Down Town”, conocida también como ”Vale Todo” sea el artífice del crimen. Esto porque Ricardo tenía una mala fama con algunas personas; él era el anfitrión de la discoteca y a ella no entraba cualquiera, a veces le mentaban la madre y provocaba antipatía.

Unos vecinos comentaron que había un hombre que vivía solo y que frecuentaba mucho a Ricardo. Su nombre era Juan Dobois, canoso, de tez clara y con aproximadamente cuarenta años. Toño Rodríguez dio una pista sobre este hombre misterioso: “le decían el poeta. Una vez me contó que éste le regaló un poema de amor. Ricardo se mató de la risa”. A la hora de contar este hecho, Rodríguez lanzó una sonora carcajada, la cual lleva a pensar que Ricardo no tomaba en serio las pretensiones de Dubois. ¿Se trataba acaso de un crimen pasional?

Buscando desmembrar el misterio

La policía seguía investigando, y de un momento a otro, una información valiosísima llega a sus manos. Algunos amigos cercanos habían declarado conocer de la existencia de un muchacho que vivía muy cerca del departamento de Ricardo. Este muchacho era menor de edad, sin embargo, lo conocían como “mostacero”; es decir, aquella persona que siendo heterosexual disfruta también el mantener relaciones homosexuales. Se llegó a saber que el muchacho era miembro importante de las FFAA., y que por consiguiente pertenecía a una familia pudiente y de mucha influencia. Al parecer, ambos habían mantenido relaciones sexuales en varias oportunidades. Nunca se llegó a confirmar si Ricardo era portador del virus del Sida. En el momento en que fue descubierto el cuerpo, ya habían pasado más de diez horas, era imposible entonces determinar si es que efectivamente él era o no portador, debido a que el virus no podía vivir mucho tiempo en un cuerpo inerte. La familia se había enterado que el muchacho había mantenido relaciones homosexuales, razón por la cual le exigieron hacerse la prueba de Elisa; salió positivo, lo cual lo señalaba como portador del virus.

La policía no había sabido de este hecho hasta entonces. El móvil de la venganza era el que más se podía acercar a la verdad, aunque no se tenía pruebas suficientes para afirmar este hecho. Se supo luego que este muchacho había sido presentado a Ricardo por el mismo Antonio Rodríguez.

De inmediato se iniciaron las investigaciones a dicha familia. Se presumía que ellos habían contratado a alguien para asesinarlo, porque creían que Ormeño había sido quien contagió a su hijo de VIH. Estableciéndose la cronología aproximada entre el tiempo en que Ricardo conoció al muchacho y el tiempo en el cual empezó a recibir amenazas, se puede determinar que efectivamente existe una conexión. “Al parecer, éste flete ha sido contratado por esa familia de mierda”, dijo Tito muy indignado. La policía siguió investigando y en una oportunidad, según cuenta Barrenechea, uno de los investigadores le comentó que ya tenían al asesino y que era cuestión de días para atraparlo...

La familia del muchacho infectado de VIH fue interrogada tiempo después por la policía; pero inexplicablemente fueron liberados de todo tipo de sospecha en un tiempo muy corto, non siguiéndose el debido proceso. Muchos no reparan en afirmar que esto se trataría de un caso de corrupción. “Yo creo que la familia del chico le ha reventado la mano a esos desgraciados”, concluye un decepcionado e impotente Tito Barrenechea.

Hasta el momento no se ha determinado la identidad del asesino. El caso ha sido archivado: ¿La injusticia ganó?

Evidente conexión:

El caso Echeandía

Luis Francisco Echeandía Chiappe era un abogado con una exitosa carrera y dueño de uno de los estudios más prestigiosos. Su final llegó el 10 de octubre del 2004, había desaparecido inexplicablemente. Recién el 17 de marzo del 2006 se halló su cuerpo enterrado en un cementerio como “No Identificado”. Había sido asesinado por una red de “fletes” o prostitutos que se dedicaban a extorsionar a hombres solventes, este caso conmocionó a la sociedad limeña. Se estaba poniendo al descubierto una red asesina de homosexuales que trabaja sanguinariamente sin importarle nada la vida de sus víctimas.

Éste acontecimiento fue tomado como muy similar a lo ocurrido con el caso de Ricardo Ormeño Falcón debido principalmente a la crueldad del hecho y también por la forma tan profesional con que se desapareció todo rastro.